(Columna de opinión perteneciente al Nº 14 de la revista Hip Hop Life)
Suelo ponerme a escribir en torno a las 3 de la mañana, una hora en la que sólo se intuye el pasar de algunos coches y en que casi toda la población está durmiendo; pero cuando los días laborales dejan paso al desasosiego del fin de semana, la cosa cambia, es “diferente”. Nunca me he considerado más ni menos que nadie, incluso he llegado a pensar que era yo el “bicho raro” de las excursiones, fiestas, eventos y demás encuentros sociales. Vamos, que era yo el que tenía un problema: ser diferente. Pero me encanta.
Me encanta huir de los temas de conversación fáciles, de los tópicos, de los sitios concurridos o de las canciones facilonas; y es que, amigos, una cosa es que teóricamente seamos todos iguales ante la ley, y otra muy diferente que tengamos que ser todos iguales por norma, y en la música no es diferente. Desde que comencé mis escarceos con esta cultura, he observado cómo se ridiculiza, juzga e incluso castiga al que busca evolucionar o al menos intenta aportar algo nuevo, porque lo diferente es extraño y asusta en la mayoría de los casos.
Creo que toda propuesta debería ser válida mientras sea consecuente con su pensamiento y coherente en su discurso, porque de una nueva idea individual nace otra vía posible, se abre una nueva puerta y fomenta el desarrollo y crecimiento del conjunto.
Me niego a pensar que este estilo de música, que presume de beber de tantos otros estilos y aboga por una total libertad en su creación, tenga unos fundamentos tan rígidos y conservadores que sólo admita una forma en su ejecución. En definitiva, y con esto concluyo, pienso que, bajo mi más humilde punto de vista, no hay mayor satisfacción personal que “romper el molde” siendo lo más auténtico posible, ya que reales lo son hasta las piedras y no por ello crean tendencia. Intentemos dejar nuestra huella única e intransferible en cada uno de nuestros gestos y en cada uno de nuestros proyectos u obras, pues de esa manera nuestro trabajo tendrá el reconocimiento que se merece, tal vez cuando “los burros vuelen”, pero nunca dejaremos que los borregos nos corten las alas por el camino.
Me encanta sentirme diferente. ¿Lo has probado?
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